Paraisos Perdidos-6

Steven asintió satisfecho, aunque no por la respuesta sino por la seguridad con que había sido dada. – Bien. Satán es el ente más poderoso que existe, porque sigue pudiendo participar en la vida de los mortales. Él nos proporciona el control del mundo para que así sirvamos a sus intereses. Digamos que hay más mundos y realidades y se está organizando una guerra. Llámala como quiera, pero es la guerra definitiva y cada uno debe escoger su papel en ella. Nosotros veneramos a Satanás como nuestro único dios y en estos días, sentimos su llegada.

Ella se sintió enormemente pequeña. Desde el Edificio Sears aquello era una sensación fácil de comprender.

– Escuché a un sacerdote hablando el otro día de la inminente llegada del Anticristo y del gran sufrimiento que reportaría – murmuró.

Una mano fuerte y cargada de energía se posó en su hombro, apretándolo levemente. – Este es un mundo cruel desde los primeros tiempos. Siempre hay superiores e inferiores. Nobles y vulgo. Ricos y pobres. Poderosos y miserables. ¿Te sientes pequeña desde éste lugar al mirar a la ciudad?. Ese es el enfoque de la gran masa. Nuestro enfoque es el contrario. Desde las alturas, les miramos como insectos que son. Despreciamos su pobre existencia y nos sentimos satisfechos al sentir sus ojos clavados en las alturas, llenos de envidia y miedo. Es tu momento de dejar de sufrir y estar atadas a vínculos hechos sólo para los inferiores. Si no eres capaz de empezar a pensar en toda la gente como piezas, que usar o desechar según convenga, no estás preparada para esto.

 

Ella se negó a girarse, sumida en una tempestad de pensamientos. No sabía si sería capaz de convertirse en un ser tan cruel y prepotente como se le sugería. Ciertamente, deseaba el poder y todo lo que venía con él, pero empezaba a preguntarse si valdría la pena. ¿Pero qué tenía que perder?. Aquella gente eran los más poderosos de la ciudad y quizás del país. Le estaban ofreciendo un puesto entre ellos, aunque seguía preguntándose el porqué, y ella se resistía a aceptarlo por algo que no entendía bien. ¿Es que no estaba segura de poder manejar tanto poder?. No. Le asustaban las consecuencias de fallar en un grupo que no tenía respeto alguno por sus semejantes. Era un círculo que se consideraba superior al resto de la humanidad y sabía que la vida no les importaba para nada. Si se metía en él, fallar sería fatal. Era el ofrecimiento de un cuchillo afilado lleno de ponzoña. Debía agarrarlo por el filo y sabía que si se cortaba, sería su final, puesto que nadie la ayudaría. Pero si cogía el cuchillo, ella tendría un arma que usar y eso le daría ventaja sobre todos los demás.

– No quiero renunciar a esto. No tengo miedo a lo que haya que hacer, ni a lo que deba aprender. Romperé todos mis vínculos con la plebe y a partir de ahora los consideraré babosas, que es prácticamente lo que son – dijo con firmeza.

La otra mano se apoyó en su otro hombro. – Tu respuesta me sorprende. Nunca imaginé encontrar alguien tan resuelto como tú. ¿Qué harás si alguna de esas babosas se pone en tu camino?.

Ella se giró. Su rostro era de hielo y sentía esa glaciar calma extendiéndose por su cuerpo. De pronto, se sentía segura de si misma, llena de confianza y determinación.

– La aplastaré sin ninguna contemplación, aunque deba hacerlo yo misma.

 

**********

El avión aterrizó en el aeropuerto de O´hara en un día soleado y agradable. El pasaje bajó ordenadamente. Entre la multitud, Dennis caminó con tranquilidad acompañado de aquella extraña mujer.

Robson los miró con cierta sospecha y avanzó hasta encontrarse con ellos.

– No sabía si vendrías, irlandés – dijo Dennis, saludando nada más verlo, con alivio y esperó hasta que se encontraron, para darle un efusivo abrazo, que el abogado contestó con una seria mirada.

– Estás loco amigo. No sé si sabes lo que has hecho, pero como salga a la luz, te van a colgar y no volverás a Egipto en tu vida – masculló un tanto furioso.

El arqueólogo miró a los lados e indicó a su amigo que ya hablarían más adelante.

– Por cierto, me complace presentarte a Silvia – dijo sonriendo mientras ambos caminaban.

Él se quitó las gafas de sol y contempló a la mujer. Realmente era muy guapa, tal y como le había dicho el inglés pero captó algo tras su máscara de inocencia. Ella le estaba estudiando desde que habían llegado. Amnésica o no, era una mujer lista y cauta, lo que podía hacer más grave aún el problema.

– Encantado, señorita. Todos me llaman Tim, así que usted puede emplear también ese nombre – se presentó cortésmente.

Ella le agarró la mano, consiguiendo que sufriese un extraño escalofrío. Su tacto era suave pero extraño, como si estuviese cargado de energía. – Me alegro de conocerle – murmuró con un tono áspero y dulce a la vez.

Se dio cuenta de que estaba parado como un tonto y con un gesto serio, se volvió a poner las gafas. – Bien, Dennis. Lo mejor es que no estemos por aquí mucho tiempo. He hablado con un amigo y él me asegura que la documentación será un problema de momento, pero te recuerdo que no sabes nada de ella. Lo mejor es que busques a algún amigo tuyo en las altas esferas y arregles su situación rápido. De momento, soluciona todo con el museo y hospédate en mi apartamento.

Tuvo un extraño presentimiento y paseó sus ojos por todo el lugar. Sólo le llamó la atención una mujer que parecía muy interesada en ellos. Era muy hermosa, con una larga melena castaña que le llegaba hasta media espalda.

– Mira Dennis. Vámonos rápido de aquí y ya hablaremos en el apartamento. Aún quedan muchas cosas que preparar y el tiempo va en nuestra contra – acabó por decir.

El inglés asintió. La verdad es que no tenía ni idea de a lo que estaba jugando y se sentía mucho más aliviado sabiendo que su amigo estaba ayudándole. Robson era un tipo extraño, que consiguiendo el título de abogado, acabó de detective privado y tenía amigos hasta en el infierno. Había tenido problemas varias veces pero siempre le había echado una mano cuando le había hecho falta. Sin embargo, tenía problemas con los federales desde hacía cosa de un mes, por un incidente relacionado con un asesinato en Los Ángeles y temía que no pudiese echarle una mano en este problema en que se había metido.

– Por cierto. ¿Qué pasó con Marcus? – escuchó y salió de sus pensamientos.

Llegaron en ese momento hasta la salida y tras caminar por unos momentos, subieron en el coche del detective y abogado: un cadillac azul metalizado, cuidado hasta el último detalle.

– Vaya. Veo que tu chica sigue tan en forma como siempre. Marcus se quedó. Estaba obsesionado en descubrir qué demonios sucedía en el templo de Abu-Simbel y cómo llegó nuestra amiga allí – respondió sin mucho interés, dándose cuenta de la locura que todo lo que había hecho desde el descubrimiento de su compañero.

– ¿No es eso muy extraño? – continuó el irlandés, arrancando el motor, que rugió con fuerza mientras la pareja de viajeros se acomodaba en los asientos traseros.

– Es más que extraño. Si no lo hubiese visto no lo habría creído. Es imposible, ¿sabes?. Parece fruto de la magia. Le dije a Marcus que lo guardase en secreto y tomé algunas fotos. Quizás en el museo me puedan decir algo – respondió el ingles dubitativo.

Se hizo el silencio y sólo se escuchó el motor. La mujer sintió un escalofrío y se acurrucó, sintiendo que algo iba mal.

La mujer de larga melena castaña vio el coche alejarse y agarró su teléfono portátil, marcando con rapidez. – Ajá. Síguelo entonces. Si realmente tiene que ver con nuestro enemigo, debemos empezar a prepararnos.

 

**********

Anzu fue conducida a presencia de aquel con el que ya había hablado días antes. Estaba preocupada por no tener noticias de su aliado, pero esperaba que hubiese logrado escapar y poner en marcha su plan.

Aquel dios que la observaba había desarrollado un aspecto imponente. Dos retorcidos cuernos surgían de ambos lados de su cabeza a modo de extraña corona, a la vez que su cuerpo había crecido, sobretodo en masa muscular, y estaba recubierto de un pelaje castaño rojizo. Sus manos eran mucho más fuertes y acabadas en afiladas uñas, mientras sus piernas eran como las de un animal y acababan en pezuñas. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención, era su rostro salvaje, con dos colmillos emergiendo de la parte inferior de boca y un hocico por el que escapaba un vaho de fuego.

– Bien Anzu. Te esperaba. He acabado de crear mi ejército de diablesas y necesito a una comandante para él. Te ofrezco el puesto – habó con voz ronca y extrañamente seductora.

La deidad se fijó en el gran pene entre las piernas del Rey de los Demonios y sintió deseo. Su cuerpo se calentó y sus pechos se inflaron y endurecieron. Se concentró en no dejar ver al demonio aquella reacción. Estaba claro que las cosas no le estaban saliendo bien. Su osadía se había convertido en súplica, lo que se tenía que deber, sin duda alguna, al miedo que le provocaba la huida de su otro prisionero. Las cadenas se abrieron y cayeron al suelo.

– Así que me ofreces unirme a ti y dirigir tus huestes. No pienso hacerlo. Tú serás el esclavo, aunque sólo si decido dejarte con vida tras esta afrenta – murmuró con brillante y salvaje energía en sus ojos.

El adversario se levantó y se dirigió hacia ella, con una expresión mezcla de cólera y burla.

– Esto no es un ofrecimiento, mi querida Anzu. Tu unión con el espectro arcano tras robar las Tablas del Destino te hace indispensable en nuestro plan, así que nos servirás quieras o no –dijo con seguridad. – Te ofrezco la oportunidad de rendirte y dejar que te folle, haciendo de ti un gran demonio. Si no lo haces así, te violaré y llegaremos al mismo resultado, pero una parte mayor de tu mente se perderá en el proceso y yo tendré que invertir más poder. Entenderás que nos beneficia a ambos.

Ella le miró y sintió su deseo crecer. Aquel cuerpo monstruoso le resultaba inmensamente atractivo y su gran atributo masculino, hacía su corazón enloquecer de sólo mirarlo. El poder de aquel demonio era grande.

– Tratas de engañarme, maestro de mentiras. Mi compañero ha huido y tenéis miedo de lo que pueda hacer. No seré esclavizada por ti – expresó tras unos segundos sin mucha seguridad.

Una enorme risotada retumbó en toda la caverna. – ¿Aquel idiota descerebrado?. No me hagas reír. Invirtió gran parte de su energía en liberarse y en un golpe tratando de destruirme. Fue tan estúpidamente impulsivo que ni siquiera se dio cuenta de que era una mera ilusión – se burló. – ¡Lilith!.

Una de las paredes de la sala se deslizó y por ella entró la Reina de los Demonios, flanqueada por dos de aquellos demonios cornudos que Zhul ya había visto. Tras ellos, un coloso con rasgos de primate que exhalaba fuego y tenía grandes alas de murciélago.

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Paraisos Perdidos-7

Nada más verlo, supo de quién se trataba. Las manos de su enemigo se posaron sobre sus hombros y ella se giró, con lágrimas en los ojos.

– Ya lo ves. Tu destino es convertirte en una bestia sin cerebro como él o hacerte nuestra servidora – susurró con maldad mientras ejerciendo sobre ella, la hizo quedar de rodillas ante él.

Vio la gran polla y sintió que se convertía en el centro de sus pensamientos. No podía luchar contra aquel poder, que en parte manaba de sí misma. Su mano acarició uno de los testículos, escondido tras el pelo y sus labios secos, fueron recorridos por la lengua. No tenía sentido resistirse, pues sabía que no podría evitar hacer el amor con él. La energía oscura en ella se expandiría, tornándola monstruosa y leal a aquellos dos conspiradores. Llorando, acarició el falo que creció.

A cada sacudida que sufría, Arzu perdía un poco más de su voluntad e independencia. Cuando estuvo listo, ella miraba ensimismada la cabeza de aquel objeto de deseo.

El demonio agarró la cabeza y la acercó. Ella abrió la boca, aceptando el mandato de su señor y la engulló en lo posible. Dio un gran chupetón y empleó su lengua para acariciar la parte más caliente del miembro, degustando el infernal líquido que comenzaba a manar de la misma.

Odiaba tener que disfrutar con aquello, pero no podía impedirlo. La danza de Ishtar la había marcado y el poder de todas las diosas convertidas en diablesas servía como mecha de su propia conversión. Lentamente, en su mente se abría paso la idea de ser una esclava de aquel monstruo. A cada segundo, se sentía más y más dependiente y supo que en breve, suplicaría a su señor por tener sus atenciones. Dejó escapar unas últimas lágrimas al darse cuenta de que ya le consideraba su señor y se rindió.

 

Una risa triunfal surgió de la garganta del vencedor, a la vez que estimulaba los centros del placer de su nueva esclava, para hacer más fácil su “programación”. Ella continuó chupando aquel irresistible órgano mientras la oscuridad en sí crecía. Su cuerpo comenzó a cambiar mientras su pasión y placer aumentaban. Por su piernas, los líquidos que indicaban su estado, resbalaban en dirección al suelo, mientras sus pies se endurecían y crecían por momentos, hasta asemejarse a las patas de un ave. Su cabeza bajó más y más, hasta sentir el centro de sus pensamientos llegar a su garganta, mientras varias espinas afiladas surgían en sus hombros y su escasa vestimenta se consumía, presa de un fuego mágico.

Él la apartó y se quedó mirándola con aire de superioridad, hasta que la diosa se arrastró a sus pies. – Ya no pareces tan fuerte, diosa del mal. Suplica por mis atenciones y quizás te las preste – exclamó de forma despectiva.

Un último atisbo de voluntad azuzó la mente de Arzu. Su demonización había comenzado y esa parte de sí misma le exigía rogar al dios por sus atenciones, aunque un resto de orgullo le impelía a no hacerlo. Con su poder, aquel monstruo se haría muy peligroso e incluso podría desafiar a dios mayores de otros panteones abiertamente. Se fijó en él y vio algo con lo que siempre había soñado. Un cuerpo fuerte y perfecto, una poya capaz de hacerla enloquecer y un poder digno de servir. Al fin y al cabo, ella sería un Gran Demonio y defendería las mismas ideas que antaño, salvo que con una nueva guía. Dejó de reflexionar y se quedó abobada, deseando aquella lanza.

– Por favor, mi señor. Dejadme acabar de glorificaros o hacedme la merced de tomarme. Mi mente y cuerpo desean vuestro poder y sólo ansían completar el cambio – suplicó abobada.

Él hizo un gesto y ella cayó al suelo, sintiendo sus piernas abrirse por una fuerza irresistible, contra la que no trató de luchar. Su señor se arrodilló junto a ella y acarició su estómago. Después levantó la cadera levemente y arremetió contra ella.

Se sintió dichosa al sentirle en su interior y estalló en un orgasmo, a la vez que gritaba súplicas para que siguiese. Sus pechos le dolieron al emerger alrededor de los pezones un anillo de pequeñas espinas, mientras su cabeza reventaba al emerger un chorro de llamas azufranadas de su cráneo, consumiendo el antiguo cabello. La sucesión de orgasmos la hizo desfallecer y aunque seguía consciente y gimiendo, su cuerpo era zarandeado como un títere sin hilos, al haber perdido toda la fuerza.

El Rey de los Demonios estaba igualmente consumido por el placer, hasta ahora desconocido, de follarse a una diosa mayor, mientras saboreaba el poder que le drenaba. Ella estaba a punto de perder el conocimiento y él aceleró sus movimientos a medida que los cambios se completaban. La piel se hizo de un azul blancuzco y una pequeña cola emergió al final de su espalda. Con la eyaculación y la semilla malévola en su cuerpo, los cambios se completaron y dos pequeños cuernos aparecieron en la frente. Él se reclinó y la besó, haciendo que sus llamas la quemasen por dentro, eliminando todo aquello que no le era útil. Los ojos de la diosa se abrieron de par en par y luego cayó inconsciente.

Él se levantó y se giró a donde estaba su aliada. Ella le miró y observó su poderoso cuerpo. Sin duda aquel sería el más poderoso del triunvirato que deseaban establecer, porque era el que más energías absorbía de sus víctimas. No le importó lo más mínimo. Aquel pacto que habían hecho no podía ser roto.

– ¿Las has dejado preñada? – preguntó.

Una negativa fue la respuesta. – No interesaba hacerlo. Dar a luz le quitaría muchas energías y necesitamos que esté completamente recuperada de su transformación. Recuerda que a partir de ahora, no contaremos con ninguna ayuda para que nuestro plan siga adelante. ¿Y tú?.

– No me importa perder poder si mi prole triunfa. Yo no soy esencial en las próximas fases, así que puedo permitírmelo – dijo Lilith sonriendo.

Los dos se acercaron, dándose un apasionado beso. Después se miraron sonrientes y se fueron a sus respectivos cubiles, para preparar el siguiente paso a dar.

 

**********

Las brumas se apartaron y la diosa emergió de ellas, haciendo una aparición muy efectista, con la que trataba de impresionar a su invitado. Su cuerpo estaba moldeado a la perfección, con insinuantes ojos verdes como el jade, largas piernas, pechos macizos y un cabellos castaño perfectamente arreglado al estilo que se usaba en el Olimpo, con trenzas y ordenados esquemas. Al verle, le tendió su mano, en señal de bienvenida. Él la aceptó sumisamente y la agarró, mientras se arrodillaba y bajaba la cabeza.

– Puedes levantarte, Seth – susurró ella con un tono condescendiente.

El dios se incorporó, dejándola ver claramente su perfecto cuerpo musculoso y lleno de un gran poder físico, que se percibía con claridad, aunque culminaba en una cabeza bestial, similar a la de un carnero. – Tenéis mi agradecimiento por recibirme en tan breve plazo de tiempo – respondió.

– Me informaron que deseabas verme con urgencia para asunto vital en la inminente guerra. ¿Acaso representas a los dioses de tu tierra y queréis rendirnos a nosotros? – sonrió maliciosa, a lo que el dios respondió con una impávida mirada, lo que en cierto modo, llegó a molestarla.

– Me temo que no, Hera. Mi proposición es más oscura y sugerente que una estúpida batallita para que los dioses de la guerra puedan enfrentarse entre ellos – fue la seca respuesta que recibió.

Con un pase de manos, ella hizo que la niebla se arremolinase alrededor del lugar, dejando la zona de la conversación vacía.

– Curiosas palabras para un dios de la guerra. No entiendo a qué viene esta entrevista para la que has requerido tanto secreto y cautela – expresó con un tono suave y matizado de curiosidad.

La sala, privada del velo nebuloso que la ocultaba tenía la inquietante belleza y perfección arquitectónica típica en el Olimpo, con columnas en todas direcciones y las dos figuras dentro, pese a su poder, casi parecían pequeñas dentro.

– Ser cautos es esencial porque lo que hay en juego es mucho y los peligros numerosos y de un poder, que nos supera ampliamente habló de nuevo con un tono suave y cauto. – Esperad. Dejadme hablar y luego podréis responderme. El tiempo apremia y aunque confío en vuestro poder, cada segundo que paso aquí el riesgo aumenta. Lo que os quiero ofrecer es lo mismo que se ha ofrecido a una serie de dioses. La guerra inminente es inútil y estúpida. Varios panteones destacan en poder por encima del resto y son ellos los que ganarán la guerra de todas formas. Sin embargo, cuando ellos choquen, se producirán muertes que nadie quiere y por eso, algunos hemos trazado un plan alternativo, que nos de la victoria por otros métodos.

Hera se sentía un tanto enojada por el descaro mostrado por aquel dios en su propio terreno, pero lo que se escondía detrás de sus palabras, le llamaba la atención poderosamente. Estaba claro que la guerra se libraría inicialmente contra panteones pequeños o de escaso poder, pero cuando los grandes chocasen, muchos dioses morirían y eso la podía incluir a ella, lo que no le agradaba lo más mínimo. Los líderes de cada panteón emplearían todo su poder, lo que debilitaría la resto de dioses y darían parte de ese poder a las deidades guerreras. El resto tendría que conformarse.

– Tus palabras me intrigan, dios de las penurias del desierto. ¿Me ofreces una forma de que Zeus no reclame mi poder cuando se prepare para la guerra o simplemente un lugar seguro hasta que los conflictos se solucionen? – pregunto con interés.

El dios lanzó una risotada cargada con toda la imparable fuerza de una tormenta de arena. –No, mi querida diosa. Te ofrezco una alianza entre los dioses más poderosos para ganar la guerra. Te ofrezco el poder de Zeus si quieres formar parte de nuestra alianza.

Se quedó parada como una piedra al escuchar aquellas palabras, mientras su invitado, satisfecho de haberla impresionado la contemplaba con aire arrogante.

– ¿De qué estás hablando? – acertó a preguntar.

Seth la agarró por los hombros mirándola fijamente. – Todos sabemos los pesares que ese mujeriego e idiota Zeus os hace padecer, reina de los dioses. Sus hijos bastardos plagan el Olimpo y la tierra, como un insulto omnipresente a vuestra figura. Su infidelidad y la forma que tiene de restregárosla por la cara, es famosa en todos los panteones e incluso en los mitos humanos. Vuestro poder y belleza queda ensombrecida por un esposo que pese a ser líder del panteón, es infiel, caprichoso y sobretodo, prepotente – bramó con autoridad.

Hera se sintió ofendida y con un mero pensamiento, lanzó al dios lejos de ella, haciéndole chocar contra una columna con tal fuerza que la destrozó en pedazos.

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