Paraisos Perdidos-5

– Un plan astuto pero inútil. Careces de poder siquiera para desafiarme a mí y pretendes desafiar al Olimpo o Asgard. Eres un idiota, pero ahora que vas a morir, debes saber que adoptaré tu plan como mío – se burló Anzu.

La diosa se apartó hacia atrás, pero se detuvo al ver la enorme polla, completamente dispuesta. Ríos de deseo se escaparon de su cuerpo, mientras su corazón parecía a punto de estallar. Aquel seductor olor seguía llegando a sus fosas nasales y sus pechos parecían inflarse con cada bocanada, mientras sus pezones de ponían erectos. Una mano acabada en largas uñas le acarició el rostro y ella miró hacia arriba, donde la horrible y sonriente cara la esperaba.

– Si tanto lo deseas, te doy permiso para hacerlo. Eres digna de compartir mi poder y alcanzar el verdadero placer que conlleva servirme – murmuró a la joven diosa ignorando a la diosa que se burlaba de él.

En los ojos del demonio brilló una luz amarilla que se enterró en los pensamientos de la muchacha. Casi lloró de alegría al tener el permiso de su amo. La había considerado digna de unirse a sus huestes y no había nada más importante que eso. De su boca emergió una larga lengua bífida que se enroscó alrededor del miembro. Lo boca la siguió.

– Mi plan no es tan malo. No tengo tu poder, pero cada dios menor que se une a mi lo incrementa un poco. Esta misma, nunca hubiese sido mi esclava cuando empecé, pero ahora se entrega fanáticamente a mi causa. Cuando todos los menores sean mis demonios, llegará el turno de los mayores. Cuando te tenga a ti, ya estaré preparado para continuar mis planes con el Olimpo y Asgard –dijo entonces, devolviendo su atención a su rival.

La diosa menor seguía chupando frenéticamente el sexo de su señor, trazando espirales con su lengua mientras los labios recorrían el rugoso camino, hasta llegar al peludo final. Cada arremetida aumentaba su decisión y su cuerpo cambiaba. Una cola segmentada y afilada en su extremo surgió en su espalda, mientras su piel se volvía blanca como a leche, sus ojos cristalinos y una serie de espinas nacían en su cabeza para acabar en la cola.

Anzu se sintió repentinamente mal, como si el poder de aquel diosecillo con delirios de grandeza le estuviese afectando. Realmente, sintió un ansia sexual creciendo en ella y eso le molestó. Quizás aquellos idiotas no había conseguido llevar a cabo su plan, pero habían estado muy cerca. Abrió sus brazos para convocar las llamas que le darían el triunfo y entonces sintió unas esposas de plata entorno a ellas. Aulló de dolor y cayó al suelo.

El señor de los demonios eyaculó en la boca de la divinidad, consiguiendo una nueva diablesa a sus órdenes. Fatigado, saludó a la figura que observaba a Anzu. – Bienvenida. Veo que tus dioses menores han caído rápidamente bajo tu influjo.

Ella sonrió y la Luna brilló en su boca. – Así es. Soy la más poderosa, así que eso no debe preocuparte. Parece que Anzu nos ha descubierto antes de lo previsto. Menos mal que no sospechaba que estábamos juntos en esta montaña.

Se rió y observó a las restantes diosecillas, que volvían a estar bajo su poder. Agarró a una de ellas y la acercó a él, consiguiendo que lo comenzase a besar de inmediato, mientras su piel se oscurecía.

– En verdad tu llegada ha sido providencial, aunque dudo que podamos “convertirla” aún – murmuró.

La mujer, tan atemorizante y bella como una noche estrellada, obligó a su cautiva a levantarse, con el rostro contraído por el dolor y que se llenó de rabia al ver quién era.

– No. Ciertamente no tenemos el poder para hacerla nuestra esclava aún. Es esencial atrapar a Ishtar y “convertir” al número señalado de dioses menores. Más de ese número nos haría consumir poder en lugar de ganarlo. Cuando las condiciones sean propicias, Anzu suplicará por poder chupártela – se burló. – ¿Y nuestro aliado?.

La diosa menor fue penetrada y de inmediato se convirtió en una masa de tentáculos que se aferraron a su señor. – La parte inicial está completa, pero la segunda es más peligrosa según me parece. De todas formas, Seth me parece más que capaz de resolver todo esto. No olvides que es tan astuto como nosotros y bastante más poderoso – comentó gruñendo.

La mujer abandonó la sala arrastrando a su prisionera, mientras su aliado se encargaba de “demonizar” a las restantes diosas. Su plan marchaba en la forma ideal.

 

**********

Verónica se levantó de la cama. Había tenido una mala noche que atribuía a la bruja que había visitado y sus cuentos para niños. Se rió de sí misma y se sentó en el borde, agarrando un cigarrillo con profesional habilidad y colocándolo en su boca, mientras buscaba el encendedor. Si en el cuerpo se enteraban de que aquella estupidez la estaba afectando no pararían de reírse.

Y una mierda. Trataba de esquivar el problema, como siempre. Era su divorcio lo que la afectaba y trataba de esconderlo tras cualquier excusa, por ridícula que fuese. Lo peor es que seguía queriendo a aquel cabrón, aunque le estrujaría los huevos si tuviese la oportunidad. Sacudió la cabeza y se levantó, aún sin encontrar el mechero. Necesitaba un poco de café para despertar del todo y se fue a la cocina para calentarlo. Tras unos cuantos intentos infructuosos, consiguió encender la cocina de gas y aprovechó ese fuego para dar vida al cigarro. Tragó el humo casi con desesperación y lo expulsó, saboreando su regusto amargo y sintiendo una cierta relajación. Colocó la cafetera preparada al fuego y se dirigió al baño.

Aquel año había sido jodidamente malo y por si no tenía bastante con sus problemas personales, el trabajo la estaba jodiendo a base de bien y hacía un calor de mil demonios. Se plantó ante el espejo y se echó a reír tontamente frente al espejo. Un demonio como marido, un calor infernal y un trabajo satánico. Sólo le faltaba el tridente para completar el conjunto.

Escuchó el timbre en la puerta y lanzó un par de maldiciones antes de dirigirse hacia ella. Abrió la puerta sin quitar la cadena y suspiró desanimada.

– Agente Mervin Roden, FBI. ¿Podemos pasar? – dijo un tipo serio y estirado acompañado de lo que parecía una fotocopia de sí mismo. Sus caras no dejaban entrever nada.

– Putos capullos de mierda. Sólo vosotros los federales tenéis los cojones de molestar a un agente en su día libre. Sois unos auténticos gilipoyas tocahuevos, ¿verdad?. Seguro que os lo pasáis en grande en vuestras horas libres – casi gritó. Satisfecha de la mueca de disgusto que puso uno de ellos, descorrió la cadena, dejándoles entrar. – Espero que sea rápido. Os ofrecería café si fuese educada y amable, pero como no lo soy, os lo tomáis en bar de abajo a mi salud cuando os larguéis.

Los dos pasaron, aunque no podían evitar sentirse un poco intimidados. Estaba claro que el temor que inspiraban en la gente con su comportamiento y aspecto no servía con aquella detective.

– Señorita Preston. Le ruego que no se comporte de forma tan agresiva o tendremos que pensar que sucede algo raro. Si nos dedica un momento de su tiempo y algo de amabilidad, todo será breve y reconfortante – dijo el único de ellos que parecía hablar.

– Seguro que le dices lo mismo a tu mujer cuando estás en la cama – respondió, saliendo de la cocina con una taza de café. – Mira gilipuertas, y no te lo tomes a mal. Unos payasos que vienen enchaquetados con el puto calor que hace y me joden el único día libre que tengo, no me dan ganas de ser amable. Decid de una vez qué venís a hacer y os largáis. Eso sí me haría feliz.

El agente hasta ahora silencioso se levantó, sin poder disimular la ira en su rostro enrojecido y sudoroso. – Digamos que hemos estado haciendo unas indagaciones en los cementerios de la ciudad y nos hemos encontrado que en uno de ellos, el guardián había sido ya interrogado. Tras averiguar que había sido usted, hemos decidido visitarla para saber qué está haciendo en nuestro caso. Este es autoridad federal y…

No pudo acabar de hablar. La teniente se les quedó mirando con aire despectivo y le agarró por la pechera.

– Así que como los señoritos tienen interés en el robo de antigüedades y algún burócrata de sobra la ha cagado, tienen que venir a mi casa a fastidiarme la mañana, en lugar de informar en la comisaría – comenzó.

 

Antes de seguir hablando, se sonrió interiormente sin dejar escapar ni un pequeño ápice de aquella emoción al exterior. Como esperaba, el del asiento, que se debía de creer el listo del grupo, la interrumpió.

– No nos ha permitido acabar – dijo con tono era inseguro y nervioso. – Hemos cerrado el caso, entendiendo que es un asunto policial y aunque aun nos quedan unos asuntos que aclarar, sólo queríamos decirle que si necesita nuestra ayuda para algo, estamos a su disposición.

La detective soltó al federal fingiendo sorpresa. – Vaya. Esa si que es una buena noticia. La verdad, pensé que erais como los capullos de la última vez. La verdad, es que necesito todos los datos acerca de vendedores de arte antiguo a través del lago y los movimientos de colecciones más destacables dentro del estado. Me vendrá muy bien vuestra ayuda – finalizó sonriendo, aunque tenía ganas de estallar en carcajadas. Realmente, aquel parecía un buen día.

 

**********

Isis se rió al llegar a los salones de la muerte. El Devorador estaba a sus pies, esperando órdenes y Anubis se marchó en dirección al exterior tras saber qué hacer. La diosa comenzó a tejer su hechizo y la bestia que tras saber lo que estaba sucediendo, se había unido de buena gana al plan, marchó a la búsqueda de otros dioses de las profundidades que les pudiesen poner en peligro.

 

**********

– ¿Qué sucede?. He perdido el contacto con mi dominio – dijo Osiris girándose.

Seth estalló en una carcajada mientras se desvanecía.

– Así es, mi odiado hermano. Gracias a Hades y su ayuda, te hemos atraído a un lugar nuevo, en el que estarás encerrado para toda la eternidad. Hemos decidido llamarlo Limbo y es la suma de todos los parajes de la muerte. Un nexo de unión entre todos los finales del camino, con muchas entradas pero ninguna salida. Contigo como su guardián, ya está completo y como lo has hecho tuyo, ahora será tu nuevo dominio. Adiós – sentenció mientras desaparecía por completo.

Seth apareció de inmediato en el salón donde Isis le esperaba. De inmediato, ambos se besaron y acariciaron, para luego estallar el en una sonora carcajada.

– Ah, mi querida diosa bruja. Todo sale a la perfección. Tu esposo acabará por aceptar su papel y en un futuro lo reclamaré como mi sirviente. Este reino de la muerte y el punto de inicio de nuestra ascensión como dioses únicos. Ahora tenemos que encontrar a Ra y encerrarlo aquí, matándolo de esa forma. La mayoría de dioses serán cogidos por sorpresa, pero necesitamos encargarnos de ellos de cara al futuro. ¿Has previsto quiénes serán nuestros principales enemigos?. Quiero dejar a Nubia y a los dioses acuáticos fuera de momento. Podemos ocultar nuestros movimientos lo suficiente como para evitarnos esa batalla.

La diosa sonrió enigmáticamente y se pasó la mano por su cabello de color negro. – Sí Seth. La mayoría de ellos lucharán pero no serán un peligro si los atacamos poco a poco. Sólo Hathor y Horus me parecen realmente peligrosos. Bastet es muy fuerte ahora y en ella brilla la luz. Por eso he enviado a Anubis a prenderla y encerrarla. Ella mantendrá el vínculo que nos hace falta y con la muerte de Ra y su encierro, su luz se irá apagando. Ese será el momento para dejar que se confíe y tornar su brillo en tinieblas.

El dios bestia se sintió un poco nervioso de pronto. Su plan era en verdad muy frágil y las posibilidades de fallar eran tantas que cualquier cosa que saliese mal significaría un gran problema. Pero al fin y al cabo, él era uno de los que más ganaría con aquello y por lo tanto corría con la mayoría de los riegos. Si no conseguían encerrar a Rá a tiempo para matarlo o los dioses descbrían su plan antes de lo previsto, estarían perdidos.

 

**********

Anubis avanzó por los pasillos de Bubasti en busca de la diosa gato. Todo estaba sucediendo y pronto las barreras se levantarían impidiendo que dioses y mortales tuviesen la relación compartida en el pasado, aunque sabía que la magia no desaparecería con ellos, aunque no estaba él para cuestionar las órdenes de sus amos y señores. Cuando llegó a la sala, pudo oler a los que estaban dentro, y empleando su sobrenatural fuerza, echó las puertas abajo y corrió hacia su blanco. Bastet, lejos de estar distraída ni conmocionarse por la sorpresa, se apartó con velocidad y el atacante se estrelló contra una columna, que tembló del choque. Ella dio unas piruetas en el aire y cayó lejos de su alcance.

– Espero Anubis que puedas explicarme a qué se debe este ataque y que hayas abandonado tu puesto vigilando la entrada al Reino de los Muertos mientras Osiris está ausente – siseó con una clara amenaza.

Le miró con ojos que podían ver más que los de cualquier dios y entonces observó su corazón oscuro como el final de un pozo y la sangre de color ceniza que corría por sus venas. De inmediato supo que algo malvado de dominaba y gritó a las pequeñas deidades que estaban allí que corriesen por su vida.

Anubis renovó su ataque pero su enorme fuerza no servía de nada contra la agilidad y velocidad de la esquiva deidad. Con cada golpe, el suelo reventaba, las paredes se desmoronaban y el aire silbaba, pero nunca encontraban el blanco pretendido.

– Resiste Anubis. Ese mal que te corroe puede ser curado. Dime qué te sucedió – trató de ayudar la diosa gato, que estaba tremendamente asustada. Nunca había oído hablar de algo capaz de cambiar a un dios dedicado y noble, como aquel se trataba de agredirla, en la bestia irracional que parecía ahora. Lo que era peor, aquella oscuridad parecía hacerle incluso más fuerte.

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Paraisos Perdidos-4

Anubis se detuvo, incapaz de poder atacar mientras su cuerpo adoptaba su forma bestial, ante el horror de aquella que debía vencer. La diosa gato estaba paralizada de miedo. El dios enterrador había cambiado hasta convertirse en una mole de músculos recubierta de pelaje negro cuan noche sin estrella ni luna, mezcolanza de un humano y un chacal, pero en una forma retorcida y sobretodo, muy poderosa. Estaba claro que el razonar con él no serviría de nada, así que lo mejor sería enterarse por otros métodos de qué era lo que le sucedía y combatirlo en la forma que fuese posible. Sin embargo, su oponente, lejos de pretender conseguir más velocidad para atraparla, invocando todo su poder oscuro, como había pensado ella, tenía un plan más elaborado.

Arremetiendo contra las columnas de la sala, la hizo colapsarse sobre sí misma. Toda la construcción conectada a ella se vino a bajo y por momentos, se hizo un sepulcral silencio. Algunos lamentos se elevaron luego en el aire, hasta que se convirtieron en alaridos de horror al ver al monstruoso Anubis emerger de debajo de los restos. Con sus sentidos animales no tardó en encontrar a su presa y apartando las piedras que la sepultaban, la sacó y se la echó al hombro. Le había costado más de lo que pensaba, pese a su gran poder, pero ahora estaba hecho. El plan se seguiría desarrollando a la perfección.

 

**********

Se revolvió de nuevo en las cadenas sin conseguir nada, aunque empleaba una argucia que hasta ahora no había intentado.

– No deberías de hacer eso. Agotando tu energía te vuelves más vulnerable al poder de nuestros enemigos – murmuró su compañera de celda.

– No veo que tengas un plan mejor. Quedarnos aquí como prisioneros me parece tan mala opción que ser esclavizados por esos necios afortunados – dijo él, que miró colérico hacia Anzu, que parecía meditabunda.

Su poder era grande aunque su gloria había caído en casi todo el mundo mortal. A cada sacudida, las cadenas parecían que iban a quebrarse, pero siempre aguantaban. Ella le miró y sintió que algo iba mal dentro de su ser, cuando no pudo evitar mirar sus músculos con deseo.

– Han sido muy listos al emplear nuestro propio poder contra nosotros y utilizar estas cadenas para retenernos. Sólo Ishtar está a salvo de su influencia y ten por seguro que encontrarán una forma de capturarla y dominarla – reflexionó la demonio cuyo poder había puesto en peligro a todos los dioses babilónicos siglos atrás.

Un nuevo intento infructuoso y el dios decidió responder. – Eres una idiota. Hablas como si estuviésemos vencidos, pero nosotros somos los verdaderos dioses mayores. Ellos creen tener poder pero sólo han cogido ventaja con la sorpresa y estas cadenas. Sin embargo, en cuanto encuentre la forma de liberarme, no podrán detenernos.

– Por Tiamat – respondió sacudiendo la cabeza. – Estaba cayendo bajo su encanto. Gracias por permitir liberarme, Arazu.

Él cerró los ojos concentrado. Había encontrado un punto débil en aquellas esposas. – Creo que lo tengo. Escucha diablesa. He estado pensando y tengo la forma de volver esto a nuestro favor. En cuanto estemos libres, huiremos y buscaremos a Ishtar. Ella invertirá el baile y las energías regresarán a esos miserables a través del enlace que tienen con los dioses ahora a su servicio. De esa forma, quedarán bajo nuestra influencia y seremos nosotros los que sigamos el plan que han trazado – resopló tras su último esfuerzo.

Anzu sonrió ante las buenas expectativas. Realmente ellos tenían bastante más poder que aquellos idiotas y aquel sencillo pero efectivo plan, les daría lo necesario para triunfar. Escuchó el ruido de las cadenas al abrirse, pero inmediatamente, escuchó pasos que se acercaban. – Cuidado, viene alguien – susurró alarmada.

Arazu ajustó de nuevo las cadenas, sonriendo porque sabía que podía liberarse fácilmente. – Bien. Iré junto a ellos y los incapacitaré aprovechando que están desprevenidos. Después volveré a por ti y llevaremos a cabo nuestro plan para ponerlos bajo nuestras órdenes.

La puerta se abrió y dos grandes diablos de piel azul con un cuerno en la frente y rasgos amenazadores, entraron en la sala. Iban desnudos y la diablesa aún atrapada, no pudo evitar mirar sus grandes falos y sentirse mal de nuevo, aunque rechazó la magia con facilidad. Agarraron a su compañero y se lo llevaron hacia los pasillos. Él se giró con todo el disimulo posible e indicó con una seña a su compañera que todo iba bien.

Por unos minutos, su cuerpo fue conducido por un laberinto de túneles hasta llegar a una gran sala. Los demonios le dejaron dentro y él se incorporó, mientras con disimulo se liberaba. La habitación era muy sobria aunque el suelo era como de carne muy suave y le daba un aspecto macabro. Justo en el centro, sentada en un trono, había una figura encapuchada que le esperaba. Él se acercó preparando toda su energía en un golpe y cuando estuvo a escasos metros, se lanzó hacia el trono descargando su fuerza, con lo que el trono saltó en pedazos. La figura ni siquiera pudo moverse. La sorpresa había sido total. El dios gritó dominado por una parte salvaje que deseaba festejar la victoria. El estúpido enemigo había pagado por su osadía.

Entonces escuchó la puerta abrirse y vio a una figura bellísima entrando en la sala con la cabeza gacha, como ignorante de todo lo que había sucedido. Su cabello era más negro que el ébano, su silueta perfecta y su piel blanca y delicada. Sus piernas eran firmes y estilizadas, aunque sólo podía imaginarlas por las formas que se transparentaban en su falda roja y naranja. El dios no la reconoció. Sin duda, el enemigo la había reclamado como suya, haciendo cambiar su figura en aquella maravilla. Debía ser la concubina de aquel que se había autoproclamado Rey de los Demonios.

Ella se arrodilló sin darse cuenta de nada y lentamente alzó el rostro. Su cara era perfecta. Sus ojos eran completamente negros pero su faz carecía de fealdad alguna y enmarcada por la lluvia endrina de su melena, era irresistible, con aquellos dos labios encarnados haciendo destacar el conjunto. Al darse cuenta de lo sucedido, una mueca de terror se dibujó en su faz.

Arazu, patrón de la destrucción definitiva, además de ser maestro de la guerra, se sintió poderoso y lleno de deseo. Sabía que aquello era consecuencia del poder de Ishtar y su baile, pero no le importó ni trató de combatirlo. Había destruido al enemigo y ahora él podía emplear aquel poder para dominar a cualquier diablilla, como la que trataba de huir desesperada, corriendo en dirección a la puerta. Se concentró en aquella figura hermosa pero débil y trató de dominar la oscuridad interior que la poseía. De inmediato se detuvo y aún llena de miedo, se viró lentamente. Él manipuló su mente lleno de lascivia.

La muchacha se quedó mirándole dubitativa y entonces entrecerró los ojos y se pasó la lengua por los labios, mientras arrancaba la prenda que cubría sus pechos, de igual perfección que el resto del cuerpo, mientras andaba hacia aquel que la reclamaba.

El dios de la destrucción nunca había imaginado tal poder sobre la mente de otras deidades. Cambiaría de plan. Obligaría a Ishtar a hacer el baile como había pensado, pero también a contaminarse de aquella energía. Después la haría su esclava y Anzu correría el mismo destino. Con todo aquel poder, podría recuperar la gloria que había perdido y pronto todos los panteones estarían bajo su servicio. Se preguntó cómo pretendían sus enemigos someter a los habitantes del Olimpo y Asgard, pero las caricias de la diablesa le sacaron de su reflexión. Molesto, la abofeteó haciéndola rodar varios metros por el aire.

Aquello pareció sacarla de su estupor y levantándose como podía, corrió en dirección a la salida. Sin embargo, algo la detuvo. Sus manos se movieron hacia los pechos y los movieron provocando excitantes roces. Una de sus manos se desplazó hacia la entrepierna, pero no llegó a su objetivo. El dios la agarró y la obligó a mirarle, de inmediato, ella dio un lengüetazo al musculoso pecho y sus manos siguieron sus contornos de guerrero.

Arazu agarró ambos pechos en sus manos y los apretó, haciéndola gemir de placer. La arrojó al suelo y quitándose la ropa, se tendió encima, besándola mientras con la otra mano arrancaba la falda y acariciaba las velludas piernas. Tardó unos segundos en reaccionar, en los que la diablesa le envolvió con manos y piernas, forzando la unión de los dos genitales, mientras continuaba el beso. El dios sintió su fuerza desaparecer, mientras su sexo era absorbido por aquel voraz abismo que lo apretaba, haciendo que un éxtasis completo, apenas le dejase pensar en otra cosa, que seguir.

– Lilith – dijo al terminar el beso.

El rostro de la diablesa había cambiado. Era más bello si cabía, con piel violácea, la misma melena negra y ojos amarillos, además de dos brillantes colmillos que asomaban tímidamente entre los labios.

– Así es, idiota. Dejamos que te liberases sólo tras comprobar que tu nivel de energía era manejable y entonces te llame a mi presencia. Tu ataque contra esa ilusión me dio la oportunidad de tenerte y tu mente llena de avaricia y ansias de conquista lo hizo un hecho. Ahora ya no podrás parar y te convertirás en el más poderoso de mis hijos. En el futuro dirigirás la gran guerra y todos te recordarán como alguien nuevo. Olvida quién eres porque ahora naces – susurró antes de besarle de nuevo.

Trató de apartarse, pero cuanto más penetraba en el cuerpo de la Señora de los Demonios, más fuerza parecía tener ella y menos él. Las dos piernas peludas de aquella vil criatura, cruzadas sobre su espalda le obligaban a ir más y más adentro. Sus ojos eran dos pozos de sulfuro que carcomían su mente y sus manos acariciaban su espalda, invitándole a rendirse. Finalmente llegó al final y ambos montes de deseo se encontraron. Él gruñó incapaz de saber por qué se resistía a lo que le pedía todo su cuerpo. Olvidó quien era o lo que estaba haciendo en aquel lugar y rugió, mientras con un movimiento seco, comenzó a follarse al ser más hermoso. Sintió su corazón latir más rápido y la oscura energía que había en su interior expandirse con cada batir. Lilith le besó y siguió animando sus ahora enérgicos movimientos. La oscuridad comenzó a dominarle, pues aquello quería su señora y él debía acatar su voluntad.

 

Su rostro comenzó a deformarse, mientras aumentaba de tamaño y un pelaje negro crecía por todos lados. Sus ansias también crecieron mientras ella le arrancaba toda la racionalidad que no creía necesaria, dejándolo hecho poco más de una bestia extremadamente malvada, fiel y astuta. Su rostro acabó de cambiar, aunque su cuerpo seguía creciendo. Ahora era un primate negro, envuelto por un halo de oscuridad que se levantó sobre sus patas traseras sin dejar de montar a su señora, que le enterró las garras en los costados y bebió su sangre, espesa y teñida del mismo negro que su cuerpo.

Lilith sintió un último intento de resistencia pero ofreció al monstruo la posibilidad de comandar ejércitos, conquistar a otros dioses y llevar la guerra allá a donde fuese. Un último gruñido de rendición y el dios se convirtió en demonio mayor, mientras sintiendo su éxtasis final, aceleró sus movimientos hasta el borde del frenesí. Su señora también gritaba, del placer que sentía y del orgullos de ver nacer al primero de sus hijos. Con el orgasmo del mismo, su oscura semilla la llenó mientras dos alas de murciélago emergían de la espalda simiesca y de su boca y fosas nasales escapó ardiente azufre mezclado con llamas. Se separaron y cayó al suelo, mientras su mente acaba de registrar los cambios que le encumbraban como servidor de las tinieblas.

Lilith estuvo varios minutos tendida contra una pared, disfrutando de la experiencia que suponía hacer el amor con un dios mayor y sintiendo sus energías aumentar en detrimento de su nuevo esclavo. Sonrió al sentir un cosquilleo. En su vientre, una nueva generación de demonios se estaba comenzando a gestar.

 

**********

La puerta de la oficina se abrió y ella pasó un tanto nerviosa. Iba vestida con un sobrio traje de diseño, que no podía disimular su belleza y llevaba el pelo suelto, como una cascada dorada sobre sus hombros, moviéndose bajo la dirección del carísimo corte de peluquería. Su anfitrión levantó la mirada y tras cerrar una carpeta y ponerla hacia un lado, se quitó las gafas y sonrió, aunque no fue un gesto de amabilidad, sino de siniestra conspiración.

– Estás perfecta para la presentación en nuestro grupo. Espero que hayas aprovechado tan bien las clases a las que te he mandado como a los esteticistas – comentó con una nueva sonrisa, esta vez más amable.

Se sintió un tanto agobiada, pero esto sólo era el principio y lo sabía. – Creo que estaré a la altura. Me he esforzado todo lo posible –dijo cuando encontró fuerzas.

Paseó la mirada por la atractiva figura y vio que su postura era elegante y altiva, justo como debía ser.

– Estoy seguro de que así ha sido, pero no debemos descuidar ningún detalle. Ya sabes lo necesario para moverte en la alta sociedad y tienes nociones básicas de finanzas y política, pero tu conocimiento acerca de lo oculto es bastante mínimo. Por ejemplo, ¿qué sabes de Satán? – preguntó con normalidad.

Su corazón latía más rápido ahora, pero se esforzó en mantener la calma. Para ayudarse, caminó hacia la gran ventana y observó la ciudad abajo. – Es el príncipe de los demonios. Él gobierna en el Infierno y se le nombra como enemigo de Dios en el Nuevo Testamento.

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