Paraisos Perdidos-2

Los ojos humanos se clavaron en los bestiales, de los que brotaban lágrimas de pesar que resbalaron por sus mejillas.

– Nunca imaginé que tal arrepentimiento fuese posible, Seth y aún sigo sin creerlo – respondió finalmente.

Un gemido lastimoso surgió de la boca animal. – Por favor. Merezco la oportunidad. Si no fuese sincero, habría desvelado vuestro plan al resto de dioses. Tenéis razón. Los mortales deben seguir sus vidas sin que nadie les moleste, sobretodo nosotros. Nuestra labor como guías se ha terminado. Nuestra verdadera función se ha corrompido. Yo sé lo que es eso y por eso os brindo mi apoyo.

Isis se sintió mal de pronto. Rompiendo las barreras conscientes de odio, su subconsciente la obligaba a mirar el cuerpo fornido y viril del aquel asesino. Se sintió extrañamente excitada y recordó que llevaba varios días así. La ausencia de su esposo se hacía notar hasta unos extremos que la asustaban. No sólo era el estar poniéndose caliente junto al homicida, sino que en días anteriores, le había sucedido lo mismo con su propio hijo, Horus. Se había masturbado, pero aquello no le había bastado. Cada día parecía peor y ahora mismo, sentía su odio convertirse en fiero deseo.

– Vete Seth. No tengo nada que hablar contigo. Cuando Horus venga, le comentaré lo que ha sucedido y él decidirá por los dos – susurró tratando de esconder aquella confusa e hiriente sensación.

El dios la miró fijamente con un gesto severo. Isis se mordió el labio, mientras entre sus piernas, la humedad crecía. Aquella mirada era tan insinuante que se sentía enloquecer, pero no quería que el asesino de su amado marido la hiciese el amor, aunque su fuerza y bestialidad siempre la habían atraído en una forma un tanto morbosa. La soltó y tras levantarse, le dio la espalda y se puso de camino hacia la puerta. La diosa suspiró aliviada y entrecerró las piernas, para que no se viese el reflejo de su deseo.

El dios animal desapareció y la diosa hizo un pase arcano, que desvaneció su ropa . De inmediato, una de sus manos acarició sus senos y la otra se dirigió hacia su abertura, en la que introdujo dos dedos, que fueron aceptados de inmediato. Imaginó a Seth entrando y saltando sobre ella, poseído por sus ansias animales. Sus movimientos se hicieron frenéticos y alcanzó el clímax, dejando caer sus jugos femeninos sobre una esterilla coloreada. No le bastó. Se incorporó a cuatro patas y repitió el movimiento. Sintió que perdía el control y aunque estaba asustada, no se detuvo. Dos fuertes manos le agarraron la cadera y la empujaron, con lo que tuvo que apoyarse sobre sus dos antebrazos para no caer; y entonces sintió la ardiente asta horadando su interior. No pudo reprimir un aullido de intenso placer. Aquello era lo que estaba buscando desde hacía días, aunque ya no sabía si aquello era fruto de imaginación, un simple sueño, su hijo o el propio Seth. No le importaba. Ya arreglaría después lo que fuese, porque ahora lo primero era centrarse en disfrutar de aquellas intensas sensaciones. Los movimientos se hicieron marcadamente violentos y fueron acompañados de secos gruñidos. Seth la tomaba y ella se veía como un débil animal que aceptaba sumisamente el ansia divina. Su cuerpo se zarandeó impulsado por la enorme fuerza del dios bestia. Isis pensó en su fallecido esposo y trató de impedir que aquello siguiese adelante, pero Seth la aferró con fuerza y sus manos se arrastraron bajo su cuerpo hasta alcanzar los pechos y apretarlos.

– No haces nada malo, señora de la hechicería. He cambiado y sólo deseo que me perdones y seas feliz y dichosa – gruñó.

Ella sufrió un orgasmo y sintió sus calientes jugos resbalar por sus tersas piernas lechosas. Sus energías crecían más y más, entremezclándose. Ni siquiera tenía fuerzas para hablar.

– Emplea tu magia para que ambos disfrutemos más – murmuró Seth con un tono autoritario está vez, a la vez que se congratulaba por lo que parecía ser un triunfo completo del plan.

La diosa no quería hacerlo conscientemente pero su cuerpo e inconsciente la traicionaban y la magia comenzó a envolver a los dos amantes, mientras el asesino de Osiris, abandonaba los pechos y volvía a agarrar la cadera, para comenzar una serie de acometidas lentas pero contundentes. Ella sintió que su cuerpo se preparaba para otra explosión de placer, mientras la oscura energía de su acompañante envolvía a la suya propia, cambiándola a su semejanza. Se dijo a sí misma que debía parar de inmediato, al sentir su magia mancillada, regresando a su interior, pero el placer era tan grande…

 

Dejó de preocuparse. Seth había cambiado y ella ya podría “eliminar” más adelante aquella siniestra energía que parecía reclamarla, aunque aumentaba progresivamente el placer que sentía. La energía, fuerza y salvajismo de Seth, era algo que nunca había podido encontrar en su difunto esposo. Al rendirse, la sacudieron una sucesión de orgasmos, a medida que su cuerpo sufría ligeros cambios, fruto de su propia magia, corrompida por su amante. Cada acometida, la oscuridad se extendía más y más por su interior, convirtiendo la luz en tinieblas. Su piel se tornó aún más pálida, mientras en sus manos y pies crecían las uñas. Seth finalmente descargó en su interior y ella rugió satisfecha, mientras en su boca, nacían dos afilados colmillos.

**********

– Detective Preston, de la policía de Chicago – dijo y a la vez, lanzó su mirada más férrea al guardián sin ánimo de intimidarle, sino simplemente para mostrarle que sería implacable si no había hecho lo debido, mientras guardaba la placa en la chaqueta.

– Le escucho, señora – respondió el guarda.

El tipo no parecía un vigilante al que el cementerio le quitase el sueño, pero ella tampoco le iba a echar eso en cara. Es más, buscar indicios de falta de sueño sería su mejor pista, pero no había dado resultado.

– Me preguntaba si ha visto alguna cosa extraña por el cementerio estos últimos días – mencionó en un tono suave.

El tipo la miró con expresión divertida, que le hizo arder el estómago. – ¿Cosas extrañas?. ¿De qué me está hablando? – fueron las palabras que usó, casi como a punto estallar en una carcajada.

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Algo Completamente Diferente

Se contuvo. Aquella mierda era asunto de los federales y ella no se iba a preocupar por resolver el caso. Sólo tenía que respaldar al cuerpo si aquel encubrimiento salía mal. Cuando la bomba estallase, mejor quitarse toda la metralla posible de encima y si eso significaba que el paquete le explotase en las manos a los engreídos trajeados del FBI, mejor que mejor.

– No buscamos nada en concreto. Simplemente unos viandantes dicen haber visto una actividad extraña por aquí y lo investigamos – continuó ahora con más calma.

El guarda mantuvo su expresión un tanto burlona. – Mire agente. Este es un lugar que nadie visitaría de noche. Hay otros lugares más tranquilos para darse el lote o picarse. ¿Entiende?. Algún vecino vendría un poco borracho y pasó cerca de aquí, su imaginación voló y listo. Créame, están trabajando en balde. No entiendo como la policía pierde su tiempo en estas cosas.

Verónica contó hasta cinco y movió la cabeza hacia un lado. – Muy bien. Me imagino que estará cansado, así que no le molesto más. Si ve algo raro, llame a la comisaría y pregunte por la detective Preston.

Se dio media vuelta y cruzó la calle. Era curioso que los federales aún no hubiesen ido por allí. Aquel capullo la llamaría a ella si veía algo raro después de cómo lo iban a tratar los trajeados. No le cabía la menor duda. Ahora tenía que averiguar lo posible acerca de sectas y cultos satánicos y como no quería armar revuelo, no pensaba consultar los archivos del cuerpo. Se le ocurría algo mejor.

**********

Sharon se levantó con náuseas y se dirigió al baño. Evitó vomitar y a tientas encendió la luz y se miró en el espejo. Su aspecto era horroroso y las ojeras afeaban su cara, normalmente llena de vitalidad y hermosura. Su pelo era una greña desordenada, víctima del sudor y los constantes movimientos. Se sentó en el water y se apoyó contra el lavabo. Aquellas pesadillas horribles estaban acabando con su vida. Llevaba semanas con ellas, pero los últimos tres días se habían recrudecido y echo aún más horribles. Se negaba a aceptarlo, pero necesitaba ayuda urgentemente. Los tranquilizantes y somníferos no habían servido de nada y sus dotes adivinatorias tampoco le eran de mucha ayuda con aquel problema. Monstruos que parecían salidos de una pesadilla infantil y atendían a nombres extraños como Hathor o Abu-Simbel, la atosigaban constantemente y amenazaban con matarla y devorarla. Se rió histéricamente. Apenas se podía creer que aquello le pasase a ella, pero al fin y al cabo, ¿quién más indicada?. Se levantó, negándose a mirar en el espejo de nuevo y caminó hacia la salita. Agarró el teléfono y marcó el número, aunque tubo que repetirlo, porque el temblequeo que la dominaba le hacía difícil hasta aquella empresa. Cuando escuchó el aparato descolgarse se apresuró a hablar.

– Patricia, soy yo, Sharon. Necesito verte urgentemente, hoy a ser posible. Los sueños de que te hablé la semana pasada han empeorado y estoy al borde de la locura. Pensaba en ir al psiquiatra, pero quizás puedas evitármelo – habló casi con histeria, las palabras confundiéndose en sus labios. Espero un momento y aliviada, escuchó que le respondían.

– Por dios, Sharon. Son las cinco de la madrugada. Ya podrías haber esperado un par de horas más – dijo una voz lenta y en la que se notaba claramente, que acaba de salir de la cama.

– Lo siento, Pat. Llevo tres días sin conciliar el sueño. No sabes lo mal que me siento. Estoy al borde de la histeria – murmuró con más tranquilidad, como si el simple hecho de hablar la estuviese ayudando.

Por un momento se hizo el silencio. – Yo creo que ya estás histérica. Tienes suerte, chica. Hoy estoy libre de tiempo porque una poli viene a hacerme unas preguntas y he cancelado todas mis consultas. Vente sobre las nueve y en cuanto despache a la polizonte, veré que puedo hacer por ti. Ante todo, trata de tranquilizarte.

Siguieron hablando por unos minutos y luego colgó el teléfono. Se acurrucó en el sillón, agarrando un cojín y encendió la tele. Se quedó mirando a la pantalla fijamente, como si pudiese ver algo en aquella lluvia de blanco y negro que llenaba la pantalla. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y escuchó claramente la respiración a su espalda.

– Voy a comerte y quedarme con tu piel como trofeo – susurró una voz suave y raspante.

No pudo gritar al escuchar aquella sibilante voz tras ella. En su garganta un nudo de angustia y miedo se lo impedía. Se levantó corriendo y se marchó hacia el baño, mientras escuchaba a aquel monstruo que sólo podía imaginar, moviéndose detrás de ella. Cerró la puerta y pasó el seguro. Le escuchó olisqueando y respiró aliviada cuando el ruido cesó, aunque su cuerpo era como gelatina y apenas podía tenerse en pie.

Gritó al escuchar el golpe en la puerta.

– Volveré Sharon – pudo oír claramente.

Estrelló sus puños contra la puerta, murmurando incoherencias mientras lloraba. Lentamente, se dejó caer hasta el suelo y se quedó allí, muy quieta.

**********

Osiris, sentado en su trono con lo brazos cruzados observó a su peculiar visitante.

– ¿Cómo has llegado aquí? – preguntó furioso.

– Gran Osiris. Yo Seth, el traidor y causante de tu muerte, he sido traído aquí por tu esposa y amada Isis. Sólo os pido que me escuchéis por un breve instante y luego actuéis como queráis. Sé que merezco el más cruel castigo y estoy dispuesto a aceptarlo, pero ante todo quiero hacer méritos para llegar a conseguir perdón. El tuyo me haría dichoso e infinitamente feliz, pero sé que es casi imposible y entiendo que me lo niegues. Sin embargo, el dios de los justos Thot, quizás sea más benevolente al saber de mi acción – masculló Seth, arrodillándose en una postura de arrepentimiento y temblando visiblemente, ante la ira que teñía las palabras de su hermano.

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